La inflación está empobreciendo al 90% de la población

De muy poco  vale que se aumenten nominalmente los sueldos y salarios a la clase trabajadora sino se trabaja de forma seria y responsable en reducir la inflación. Entiéndase que ésta es la peor carga impositiva y lo más perverso que le  puede pasar a una sociedad

Venezuela, durante los años sesenta y setenta, tuvo una envidiable estabilidad de precios, donde la gente se acostumbró a que los productos tuviesen precios con muy poca variabilidad a pesar que no estaban fijados por regulaciones oficiales. No obstante, esa estabilidad de los precios se fue perdiendo hasta que a partir de los ochenta se convirtió en un movimiento continuo de ascenso de los precios.

Lo más grave, para el ciudadano común, es que ese aumento de precios no ha sido acompañado de un aumento similar en sus ingresos reales. Los sueldos han subido, es cierto, de tiempo en tiempo, pero siempre a un ritmo menor que al aumento de los precios.

Varios gobiernos, preocupados por el descontento que genera esta situación, encontraron como la ¨solución más sencilla¨, imponer controles de precios a determinados productos, en especial aquellos que tienen una demanda más generalizada y que se consideran de primera necesidad. Así mismo, se han decretado aumentos salariales generales y obligatorios, con la esperanza de restituir en parte el poder adquisitivo de la población trabajadora. Sin embargo, la historia se ha encargado de demostrar que los continuos aumentos de precios cuando no van acompañados con un aumento en la producción interna, hacen que el efecto de estas medidas sea pasajero debido a que los nuevos sueldos a la postre se queden cortos ante la realidad de los nuevos precios.

En virtud del fracaso de los esquemas implementados en los últimos años (subastas de divisas, bandas, controles de cambio, de precios, intervenciones de empresas  y otros) debemos pensar de una vez por todas, en una reforma monetaria y  fiscal que genere una disciplina capaz  de crear un entorno fiscal consistente con una nueva forma de manejar la emisión monetaria y la política cambiaria del país. En otras palabras, superponer los factores económicos ante que los políticos.

En los últimos años, lo que hemos visto, son políticas monetarias poco responsables que nos han sumido en un largo período inflacionario, de consecuencias sociales y políticas sumamente graves. Se juega alegremente con las magnitudes económicas y se ha recurrido a la imposición de controles a las actividades económicas, dejando para el futuro acciones definitivas contra la inflación.

La inflación, especialmente cuando alcanza cierta magnitud y permanencia, ocasiona no solo efectos económicos sino también, profundas consecuencias  sociales que afectan el modo de vida y los hábitos cotidianos de las personas.

Mientras esas acciones se retardan, se ocasionan unos efectos perversos en contra de los consumidores, tales como:

  1. La pérdida del poder adquisitivo de toda la población. Si los salarios aumentan, corremos el riesgo de entrar en un círculo vicioso, ya que los empresarios para compensar ese aumento venderán más caros sus productos, con lo que la inflación seguirá existiendo.
  2. Los préstamos, bajarán su precio real. Si no hay un reajuste de los intereses, al reducirse el valor del dinero estos resultarán más asequibles para los deudores. Como nuestro poder adquisitivo baja, pagar el préstamo supone un menor esfuerzo económico pero con el aumento de los precios ese beneficio no redundará de forma positiva en nuestra economía, por lo menos a largo plazo.
  3. Al instalarse en un país la inflación, el crédito tiende a desaparecer. Los primeros afectados son los jóvenes, que no encuentran ya la forma de comprar vivienda, pues los créditos hipotecarios a largo plazo no sobreviven inflaciones superiores al 20 o 30% anual, menos a 180% como fue la del año pasado y no hablemos de la de este año, lo mismo pasará con los automóviles y hasta con los electrodomésticos. Es decir, la inflación golpea a los que tienen situaciones más precarias.
  4. Los consumidores no pueden ahorrar como antes, ya que se ven obligados a dedicar más dinero en la adquisición de bienes y servicios, por tanto la capacidad de ahorro disminuye.
  5. Como los productos que más aumentan en épocas de inflación son lo de mayor consumo, especialmente  los de primera necesidad, ese aumento lo sufren en mayor medida los que menos tienen o los de ingresos moderados, cerca del 90% de todos los consumidores.
  6. Aquellos que han ahorrado a lo largo de sus vidas para tener con que vivir en su vejez y que dependen de los intereses que ofrecen los bancos o de los alquileres de los inmuebles, se encontrarán desamparados ante la inflación.
  7. Lo anterior, ocasiona que la gente se desespere por convertir, lo poco que pueda tener, en dólares o euros como único mecanismo para defender su poder adquisitivo.

Ya decía Friedrich Hayek hace 50 años, ¨la inflación es siempre el resultado de la debilidad o de la ignorancia de aquellos que tienen a su cargo la política monetaria¨…. Y, destacando sus perniciosos efectos, señalaba que: 

  • hace cada vez más difícil que las personas de ingresos moderados provean por si mismas a las necesidades de su vejez;
  • disuade el ahorro;
  • induce a la gente a endeudarse.

 Y al destruir la clase media, crea esta dramática y preñada de amenazas desigualdad entre ricos y pobres, tan típica de todas aquellas sociedades que han sufrido inflaciones prolongadas